miércoles, 9 de abril de 2008

( Poetas ) DOLORS ALBEROLA


Era la primavera del año 2003.
Esa tarde regresé a casa como traída en andas por un rayo, agitada, con el pensamiento alborotado, el corazón exultante, en desborde, en desmesura, un golpe de luz en medio de la mente, el fulgor.
Volví arrastrada por una brisa embriagadora pero también por un huracán desbastador, no podía dejar de repetir aquellos versos como poseída por las imágenes, por el sonido de las palabras arrojadas contra el aire, estremecida, estallando en mil pedazos, pletórica, fuera y dentro de mi misma, abstraída, desesperada, conmovida por el decir de aquella mujer que no conocía, aquella magnífica Poeta con un nombre extranjero pero familiar.
A esa tarde le siguieron más, una tras otra, disciplinadamente y al descubrimiento inicial otros tantos, cargados de infinito aprendizaje en medio de un vértigo único y definitivo, ese mismo vértigo del comienzo, porque cada palabra pronunciada o escrita por aquella Poeta es para mí un aura embriagadora y es también un huracán enloquecido en el que me hundo desesperada y del que emerjo nueva, reverdecida y pura.
No hubo amor más grande y tras las palabras, el poema y tras los poemas un nombre: Dolors
Aquella tarde algo en mi había cambiado para siempre.






No hubiera amor más grande




«He visto los mejores cerebros de mi generación destruidos porla locura,



famélicos,histéricos, desnudos.»



Allen Ginsberg


Ese de cuya sangre emerge la condena,
el que veis, ahí, muriendo, casi deshecho y frágil,
es mi padre.
Me niego a confesaros que lo fue
porque su carne vieja,
su mirada podrida, es la de un hombre.
Y es su muerte mi muerte, es mi condena.
Él, que apilaba imperios de sonrisas,
que acariciaba el mar y agarraba en la noche
pedazos de fantasmas que le amaban,ahora, es sólo un fantasma.
Mi padre es el fantasma que recuerda
que sí existe la muerte, que es un cáliz,
que es un pozo fatal, que es otra cosa
distinta a esta desgracia de ser hombres
condenados a esto. Este que veis aquí,
tendido ante la sangre de mi sangre,
este cristo llagado que, sin nombre,
babea y nada puedo a su costado,
es un muerto de amor, es otro muerto.
No toquéis esos ojos de mi padre,
no enturbiéis su presencia,
dejad que en su crueldad ame la muerte
como me amara a mí,
encendida de pus en la mañana.


Dolors Alberola- Mujeres de carne y verso.Antología poética femeninaen lengua española del siglo XX.Edición de Manuel Francisco Reina.La esfera literaria. 2002

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